martes, 12 de julio de 2011

CUANDO LA MÁSCARA SE CONFUNDE CON EL ROSTRO

Cuando mi amiga M. me confesó que estaba a punto de volar a Barcelona para conocer a quien le enviaba kilométricos mails diarios, con quien hablaba durante horas cada día, casi tocándose en esa minúscula ventanita de F.B., me sorprendí, incrédula. Pero cuando algo llamativo sucede y se comenta, aparecen decenas de casos parecidos con igual o diferente suerte. Así es como supe de Ch. que encontró accidentalmente entre los usuarios de FB a quien había sido uno de sus entusiasmos adolescentes, quien nunca llegó a conocer la real identidad de CH. Por qué, le pregunté? –“Porque lo virtual es más libre, porque podemos ser otros, aunque los mismos, porque de ese modo todo es nuevo y se obvian preguntas sobre vida y milagros, familias,trabajo, todo eso que solo importa en el mundo del hacer.” Finalmente, el encuentro de CH. resultó ser un desencuentro más vacuo que la ausencia.
Esa zona de desconocimiento entre los interactuantes, balconea sobre una intuición deseosa de captar lo que la fantasía construye y así es como una persona corriente se convierte en un ser ideal hasta que algo muestra su escasa calidad humana y se desarman los escenarios por falta de héroes. (Circunstancia lamentable).
Un recurso muy conveniente para controlar los desbordes que pueden ocurrir en estos encuentros virtuales, es la posibilidad de manejar presencias y ausencias con un mouse que hace de varita mágica y nos vuelve invisibles de un solo toque.
Personalmente, no descreo de la posibilidad de establecer relaciones de amistad  u otras, a través de las redes sociales, pero es necesario saber que la mentira puede ser el escudo de nuestro interlocutor, que son pocos los lazos de verdad que se establecen por aquí y que el grado de compromiso no está implícito en lo dicho ni en lo silenciado.
Apuesto por el intercambio amistoso y por una distancia que siempre puede ser abolida a piacere, también apuesto por la coherencia y la consistencia, por las personas que conservan sus autoestima y no necesitan inventarse disfraces para entablar diálogos, redemás o menos cercanos, con quienes jamás lograrían relacionarse en ropa de fajina.

(Para los buenos lectores no hay entrelíneas.)


Están invitados a relatar historias, personales o no, sobre las relaciones de cualquier tipo en las redes sociales.

3 comentarios:

Clara Sheller dijo...

Virtualidad sucks! Todas malas historias, todos personajes.

Clara Sheller dijo...

La brecha es demasiado grande.

Anónimo dijo...

El problema no es el convocado, es el convocante. Las redes son vaso comunicante, por más que espante. "La gente" no es mala. Yo soy gente.